sábado, 9 de marzo de 2013

Pequeño jardín en la costa lucense.

El otro día estuve buscando algún diseño mío para enseñar a un posible colaborador, una persona que trabaja realizando jardines. Quería mostrarle algo que le diese una idea de mi estilo, tanto diseñando como dibujando y me di cuenta de que no tenía nada en mi blog, que curiosamente comencé para dar a conocer mi trabajo. Le pasé de todos modos la dirección del blog, porque habla mucho de mí y, a continuación le envié un ejemplo del que voy a hablar aquí. 
No se trata más que de un pequeño jardín situado en la costa de Lugo, pero es precisamente en los espacios pequeños en los que me resulta muy grato trabajar por varios motivos:

- Muchos clientes creen que en un lugar reducido no se puede crear un "gran jardín" así que cuando les enseñas lo que has diseñado se sienten muy sorprendidos.

- Una parcela grande suele darte muchas oportunidades de crear varios espacios para su disfrute, puedes zonificar, crear paseos, piscinas, estanques.... y si hay cambios de nivel y caben árboles de cierto porte, vamos, que suele entrar por los ojos de cualquier cliente. Por eso un jardín pequeño es un reto, hay que crear un agradable entorno en el que apetezca estar y que no parezca una habitación más de la casa. Me encanta.

El jardín trasero de esta parcela no sólo era reducido sino estrecho y sin vistas atractivas, al menos no desde el nivel del jardín. Cuando accedías a él ya habías visto todo lo que tenías que ver, no parecía que seguir avanzando por él te fuese a aportar nada nuevo. Lo resolví precisamente creando interés, haciendo que te apeteciese recorrerlo; dispuse unos "tabiques verdes" de bambú paralelos a uno de los muros finales, que crearon espacios nuevos, pequeñas estancias a las que tenías que llegar para descubrirlas. Estos lugares tenían plantas y detalles propios que sorprendieron y gustaron a los clientes, entre otras cosas, porque su estilo encajaba con el de su vivienda.


Pero quiero destacar aquí un detalle que creé con especial cariño: resulta que la habitación de matrimonio daba al jardín trasero a través de una puerta situada a cierta altura y era necesario instalar una escalera. Lo cierto es que esa habitación sí tenía una vista de la costa de la que carecía el jardín, así que no fue difícil imaginar que desde allí sería muy apetecible realizar cualquier actividad como leer, tomar un café o simplemente sentarse a contemplarla. 
La solución fue crear una terraza "en escalera" adosada a la puerta y con distintos niveles que descendiesen hasta llegar al jardín. En ella cabía una mesita con sillas, había plantas, un hueco para un árbol que daría la sensación de haber estado allí antes de la casa y hasta una pequeña cascada. Me podía imaginar perfectamente a aquella pareja joven en su terracita, disfrutando de la brisa marina, del rumor del agua y de las hojas del árbol, mientras sus niños jugaban en el jardín.
Espero que os guste tanto como a mí diseñarlo.